La miel ha endulzado nuestra vida durante miles de años, pero junto con su popularidad han surgido ideas que no siempre son ciertas. En Apiana, donde cuidamos cada proceso sostenible de producción, creemos que entender lo que la ciencia dice sobre la miel de abeja es clave para disfrutarla con conciencia y aprecio.
En este artículo vamos a poner en la balanza algunos mitos y verdades para separar la tradición de la evidencia científica, sin perder ese toque cálido y natural que caracteriza a este alimento.
Falso. La ciencia confirma que la calidad de la miel depende de múltiples factores: la especie de abeja, el tipo de flores de donde proviene el néctar, la ubicación geográfica y el manejo del apicultor.
En Apiana, por ejemplo, nuestras abejas recolectan néctar de zonas libres de pesticidas, lo que garantiza una miel más pura, con mayor presencia de nutrientes como antioxidantes y minerales.
Parcialmente cierto. La miel, gracias a su bajo contenido de agua y su pH ácido, puede conservarse por años sin descomponerse. Sin embargo, con el tiempo puede cristalizar o perder parte de sus aromas. Esto no significa que se haya echado a perder: basta calentarla suavemente al baño maría para que recupere su textura.
La ciencia respalda que la miel cristalizada sigue siendo segura y nutritiva, siempre que sea 100% natural.
Falso. La cristalización es un proceso natural que ocurre cuando la glucosa presente en la miel forma pequeños cristales. La velocidad de cristalización depende de la flor de origen y la temperatura de almacenamiento.
De hecho, la cristalización suele ser un indicador de que la miel no ha sido sobreprocesada ni pasteurizada.
Cierto. La miel natural contiene pequeñas cantidades de polen, que aporta proteínas y antioxidantes. También puede contener trazas de propóleo, con propiedades antimicrobianas, y jalea real, que es el alimento exclusivo de la abeja reina y está cargada de nutrientes.
Estos elementos no están presentes en la misma proporción en todas las mieles; su cantidad depende del manejo y del filtrado durante el proceso.
Varios estudios científicos respaldan que la miel puede suavizar la garganta y reducir la tos nocturna, sobre todo en niños mayores de un año. Además, ciertos tipos de miel cruda contienen prebióticos que favorecen la microbiota intestinal.
En Apiana, mantenemos un proceso de extracción que conserva estos beneficios al no calentar en exceso la miel ni someterla a filtrados agresivos.
Cuando entendemos lo que la ciencia dice sobre la miel, aprendemos a valorar más el trabajo de las abejas y de quienes la producen de forma sostenible. No se trata solo de un endulzante: es el resultado de un complejo proceso natural que involucra polinización, biodiversidad y trabajo en equipo dentro de la colmena.
Cada frasco de miel artesanal es un puente entre la naturaleza y nuestra mesa, y conocer sus mitos y verdades nos ayuda a tomar decisiones más conscientes.
En Apiana, seguimos comprometidos con producir miel auténtica, respetando el ciclo de las abejas y cuidando que cada gota mantenga su esencia natural.